Armando Villegas: Autorretrato 1959 |
Por Marta Traba, 1959
Armando Villegas ha llegado, en
su obra correspondiente a 1959, a la comprensión de que el arte de nuestro tiempo está cada vez más desligado de la genial temeridad de unos pocos
artistas, y prefiere, en cambio, manejar los conceptos pictóricos que dan
expresión a una nueva doctrina de la pintura...
Armando Villegas ha llegado a
este entendimiento después de pasar durante cinco años, por la experiencia de
una pintura figurativa que recibió con pasividad todas las influencias
sintetizantes del arte contemporáneo: de una pintura semifigurativa que
anhelaba establecerse sobre las antiguas tradiciones mágico-geométricas de la
artesanía precolombina: y de una pintura, por fin, ya casi completamente
abstracta, preocupada esta vez por conseguir fuertes construcciones de planos,
en la cual ya se advertía un interés vivo por la materia. A través de esas
experiencias, Villegas controlaba, y al mismo tiempo delataba, su inclinación
hacia un color lírico y su entusiasmo por agregarle al cuadro los valores
tangibles de las texturas. Al hacer desaparecer casi totalmente en esta última
fase las estructuras formales, no ha hecho más que dar rienda suelta a sus
inclinaciones y se ha aproximado velozmente al tachismo, a la mancha de color
que propone un dejarse ir hacia el sentimiento puro...
Mientras que en Europa ya se ha
pronunciado alguna vez la palabra decadencia, en Latinoamérica el arte
abstracto apenas inicia su camino: ya no puede ser históricamente beligerante,
pero sí puede ser, en cambio, involuntariamente didáctico, enseñando a ver la
fuerza de los elementos de la pintura. Esta exposición tiene pues, además de
sus valores particulares, una función que no debería pasar inadvertida para un
público aún vacilante y muchas veces hostil al
arte contemporáneo.