Armando Villegas: Caja |
Por Leonel Estrada, 1992
Villegas es un
creador complejo que no busca caminos fáciles y que mantiene una investigación
constante que le lleva a un descubrir permanente de formas y colores, ritmos,
texturas, etc. Apela siempre a modos originales de comunicar su mundo interior,
que a veces resulta ser el mismo mundo exterior, pasado y enriquecido por sus
ojos sensibles, su mente y sus manos. En el taller, diariamente, va amalgamando
ideas de aquí y de allá. Como un alquimista va mezclando vivencias y elementos
para configurar un lenguaje personal y distinto. No es extraño que incorpore a
su obra el ancestro andino, con lo cual desarrolla una neo-geometría partiendo
de un diseño textil y cerámico de Paracas, de Nazca y de Tihuanaco, o sea, una
simbiosis de lo indoamericano con lo universal moderno.
Villegas
y su obra plástica son un todo, una aventura y un descubrimiento
ininterrumpido... Un mundo exultante de maravillas, que eso son sus cajas y sus
ensambles de telas, de residuos de madera o de metal, de desechos de taller.
Cajas que no pretenden parecerse a objetos, sino que ellas mismas son objetos, con
vida propia. Y de esas cajas mágicas surgen luego máscaras, esculturas
extrañas, llenas de misterio como la buena música. Sin tener que recurrir a
pentagramas, llega a lo misterioso, plegando un trapo untado de pintura, o
apelando a la oscuridad de una grieta, al grito que estalla de un color intenso
a otro. Siempre hemos visto a este artista como brujo que sabe explotar la
hosquedad de la materia. En su trance creativo, destroza, descompone, rasga,
reagrupa fragmentos sin temor, rompiendo también las leyes de la composición y
de la sintaxis plástica; entra en trance, y todo lo que toca o acciona lo
convierte en arte.