Armando Villegas: Guerrero del puma |
Por Armando Villegas
Una de las figuras más
importantes del arte colombiano envía a Con-Fabulación esta columna que sin
duda servirá para propiciar una reflexión sobre la existencia de las absurdas
leyes que impiden el tránsito y la difusión de la obra de nuestros más
importantes creadores. La polémica queda abierta.
Ahora que está de moda el Tratado de Libre
Comercio con Estados Unidos es fundamental denunciar que nuestra América Latina
se encuentra cada vez más escindida y que nuestras fronteras parecen
indestructibles. Quienes trabajamos en el campo de la cultura somos víctimas de
los cerrojos despiadados impuestos por la burocracia en contra de la
circulación de las obras de arte y de los libros, no sólo por los altos costos
del correo sino por las disposiciones relativas al comercio exterior.
En mi larga
experiencia como artista plástico de más de sesenta años he sido víctima de estas
legislaciones tormentosas. Por ejemplo, cuando un artista es invitado a exponer
en un país vecino debe comenzar por la penosa consecución de los permisos,
luego someterse a las presiones aduaneras pues las obras de arte de su autoría
son tratadas como el peor de los productos humanos y tienen un gravamen muy
alto, y como si fuera poco, tal como me ocurrió a mí en una exposición que
realizara en Chile donde se comercializaron algunos de mis cuadros, debe
reponer las obras vendidas, ya sea pintándolos en los hoteles o en las salas de
espera de los aeropuertos, o enviándolas subrepticiamente desde su país de
origen mediante correos humanos, pues existe la torpe ley que obliga a devolver
la misma cantidad de cuadros que uno llevó a su exposición.
Dejo aquí un
interrogante fundamental: ¿es posible que el sueño de tantos artistas
latinoamericanos, de eliminar las fronteras para que sus obras puedan ser
conocidas en los países hermanos, sea algún día posible? ¿Qué debemos hacer
para que el interés desorbitado del Gobierno colombiano y los medios de
comunicación, con respecto al TLC, sea equiparable con nuestro ilusorio empeño
por lograr que las obras de arte no tengan aranceles, y se trate a nuestros
creadores como seres humanos fundamentales para el desarrollo de nuestra
cultura y no como criminales?
Espero que algún
legislador sensible o culto, si aquello es posible en este mundo contemporáneo,
se interese por el colectivo de artistas cuya orfandad se multiplica con el
paso de los días.